Firma invitada:
ALBERTO LETONA- Periodista y escritor
Lo reconozco; un día, ya lejano, me caí del caballo. La costalada, para qué exagerar, no fue dolorosa, pero si me abrió los ojos a una realidad que yo hasta entonces había medio ignorado: la presencia de las mujeres en el campo empresarial.
Me imagino, quiero imaginar, que el mundo de las corbatas, de los gestos solemnes, de la autoridad ejercida con confianza, y de las voces graves no me habían dejado ver un bosque menos altivo, quizás menos vistoso, pero igualmente importante.
No desvelaré su nombre, pero mi camino de Damasco lo descubrí gracias a una mujer, que también era, cosas de la vida, empresaria. Una empresaria de solvencia forjada tras años de duro trabajo.
Su éxito y el de su gente guardaba un pequeño secreto: tenía formas más humanas. El equilibrio entre el reto de sacar su empresa adelante y el de cuidar de sus seres queridos le exigía horas, que en ocasiones se le hacían interminables, por mucho que le gustasen sus múltiples tareas. La conciliación entonces era una palabra inexistente en el diccionario socio-laboral. En nuestra breve entrevista me expresó su compromiso con la igualdad y como sin esta no avanzaríamos juntos en nuestras metas. Lo dijo con la naturalidad del que sabe que dos y dos son cuatro.
Salí convencido de que su responsabilidad profesional, trato cordial, y conocimientos eran los activos más importantes de su empresa. No me equivoqué.
Hace tiempo tuve noticias de que le habían dado un pequeño premio como "Empresaria del Año". Me alegré inmensamente. Creo que, con premio o sin él, mujeres como ellas posibilitan soñar con una sociedad más justa. Algunas veces pienso que no sería mala idea añadir: "made by women".