Nuestra Presidenta Carolina Pérez Toledo, reflexiona en su último artículo escrito para El Correo sobre el actual mercado laboral y qué hay que contarles a los jóvenes que están estudiando actualmente o en búsqueda de trabajo.
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Me encontraba el otro día en un aeropuerto de París por motivos de trabajo comentando por teléfono a una amiga lo complicado que es viajar tan a menudo, compaginar la agenda laboral y personal e intentar a la vez cuidar la alimentación y la salud. Un joven desconocido que se encontraba sentado a mi lado no pudo evitar escucharme y asentir ostensiblemente con la cabeza. Con la soledad que sientes en este tipo de viajes y la empatía que me transmitió su gesto, entablamos una conversación muy interesante. Se trataba de Gorka, un joven ejecutivo que viaja por Francia y otros países semanalmente y que me confesó que ese era su último día y que había tomado una clara decisión: despedir a su jefe, porque ya no aguantaba más ese ritmo. Había hecho cálculos y podía vivir con menos y mucho mejor. Por si acaso, este joven emprendedor ya había hecho algunas inversiones y tenía además una muy buena idea, según decía, para emprender un negocio. ¡Caray!, me dije, éste es el trabajador del presente. Este sí que sabe lo que hay de verdad y coge el toro por los cuernos.
¿Y qué hay de verdad? Pues primero algo obvio para cualquiera: ya no existen los trabajos para toda la vida. Sólo si obtienes un puesto en la función pública tendrás, mas o menos, un camino recto y cierto que recorrer hasta el final de tu carrera (¿con 70 años?). Los que no estamos en esa rueda tenemos una vida laboral que hoy en día va ligada a las siguientes características: realidad altamente cambiante, trabajo remunerado en función del valor que aportas a quien te paga, con objetivos a alcanzar variables y probablemente con mucha movilidad. O si no, emprender.
A quien hoy en día comienza una vida laboral, pongamos a los 25 años, le quedan al menos 45 años de mucho trajín. Este tiempo, que equivale a la esperanza de vida de nuestros ancestros, da para muchas cosas: trabajar en prácticas para aprender, trabajar por cuenta ajena, emprender un negocio, o dos o tres, fracasar, aprender de ello y volver a levantarse…
Eso es de verdad lo que tenemos que explicar a nuestra juventud. Hay que decirles la verdad. Nadie les va a pagar por lo que se hayan esforzado en los estudios, por los masters, por los idiomas que sepan… La clave está en lo que aporten. Tendrán que traducir sus conocimientos y habilidades en ventajas para quien les contrate.
Lo que ocurre es que a muchas madres, padres y docentes, les da miedo lo desconocido; básicamente porque no lo han experimentado, y prefieren seguir agarrándose a la creencia de que lo mejor es un trabajo fijo y estable, vamos, para toda la vida. Pues lo siento mucho, pero eso ya se acabó, y cuanto más tardemos en admitirlo, más jóvenes frustrados tendremos. Estarán resentidos con sus padres, madres y docentes que no les prepararon para lo que les esperaba, enfadados con la sociedad en general y también con las empresas porque no pueden ofrecerles lo que les han dicho que se merecen. Hay que explicarles una y otra vez que tienen que formarse para adaptarse a los cambios, a vivir de una manera estable dentro de la inestabilidad. Pero también hay que transmitir optimismo: les espera una vida de aprendizaje, con diferentes compañeros de viaje, con retos apasionantes, y con libertad para cambiar el rumbo de sus vidas cuando no les guste lo que tienen.
Y un apunte para acabar. A ellas, a las jóvenes, hay que contarles que estén alertas: que aunque en las aulas no noten ninguna diferencia con ellos, y sus resultados sean mejores en los estudios, cuando entren en el mercado laboral se encontrarán con invisibles barreras que sólo años después identificarán como aquello de lo que hablaban «unas mujeres mayores»: el techo de cristal. Cuando tengan 40 años dirán: 'Con lo pesadas que me parecían y mira por donde van a tener razón'. Espero, eso sí, que cada vez menos.
En sus manos está que la transformación social que hemos iniciado sea una realidad en un futuro muy cercano.