Muchos ríos de tinta han corrido desde el último sorprendente 8 de Marzo. Las que venimos luchando desde hace años por acortar los tiempos en que llegue la tan ansiada igualdad hemos vivido unos meses ilusionantes, viendo cómo las jóvenes que creíamos desenganchadas se sumaban de pronto, con voz alta y clara a la causa y por fin parecía ser un frente común de toda la sociedad.
Como consecuencia de la ola de tan señalado día, tsunami diría yo, ninguna empresa, institución, organización social, política, económica o empresarial quiere salir mal parada en la foto.
Las empresas en general, amedrentadas también por los últimos anuncios del Gobierno en esta materia, se han apurado y están revisando si cumplen con la legalidad y su política de diversidad e inclusión es la adecuada.
Las instituciones y organizaciones no dejan de nombrar en casi ninguno de sus discursos la importancia de dar visibilidad a las mujeres y de conseguir que, cada vez más, estemos en puestos directivos y ejecutivos. Por fin las fotos en las que sólo hay corbatas empiezan a estar mal vistas y la diversidad y la inclusión están en boga.
Sin embargo, esto que es una buenísima noticia, corre el riesgo de quedarse en eso, en intenciones, buenas palabras, y en convertirse, más que en el cumplimiento real, en un «cumplo y miento». Habrá que esperar al próximo año para comprobar cuál ha sido el avance real; nos lo dirán las cifras y datos, que muchas veces son tozudos.
Mi falta de optimismo viene de constatar que, tras tanto hablar de «visibilizar», con demasiada frecuencia hay una gran falta de presencia femenina en los actos públicos que tienen que ver con economía y empresa. Añadiría que también hay una escasez de diversidad en edad. Yo, que ya no soy ninguna jovenzuela y empiezo a preocuparme por quién me pagará mi pensión, suelo encontrarme entre las más jóvenes de estos eventos. Y no me creo que no haya personas jóvenes y mujeres a las que les encantaría acudir.
Sé que para ampliar los foros en la mayoría de los casos hay que ampliar los aforos. La otra solución es que los invitados que llevan décadas siendo asiduos, dejen paso a la diversidad: mujeres y jóvenes por ejemplo. Ese es en realidad el problema con que nos encontramos las mujeres en las empresas también: en ocasiones la excusa para que una mujer no entre en un consejo o en un equipo de liderazgo es que hay un hombre que tiene que salir, y claro está, eso les parece injusto (además de hacerte sentir culpable por proponerlo). Y además, ¿quién decide quién se queda fuera? Es importante cambiar las inercias y dejar paso de verdad a los nuevos tiempos haciendo un verdadero esfuerzo en diversificar, o de lo contrario tendremos una economía desconectada del 50% de la población por un lado, y de quienes serán nuestros CEOS y directivos en breve por el otro.
- Artículo de Carolina Pérez Toledo Presidenta de AED, publicado en El Correo