Nunca pensé que me alegraría oír el ruido de las obras de construcción de los edificios que me taparán la vista del Serantes desde mi casa. Las semanas en que todo se paralizó y el país casi dejó de respirar comienzan tímidamente a quedar atrás. Hemos aprendido palabras y expresiones nuevas o en desuso: desescalada, alcanzar el pico, doblegar la curva, asintomático, confinamiento y la propia pandemia. Ahora se habla de la “nueva normalidad”.
No es fácil recuperar el ánimo, los recursos y la energía necesarias para que, después de haber sobrevivido a la anterior crisis, volver a empezar de casi cero. Pero es necesario, a pesar de las restricciones de los múltiples protocolos, volver a abrir, poco a poco pero sin pausa. Influirá en el ánimo y en la motivación de continuar adelante.
Quiero romper una lanza en favor de las organizaciones empresariales, Cebek, Confebask, la propia AED, las asociaciones sectoriales del metal, de la construcción, de estaciones de servicio, de empresas químicas, de turismo activo, de centros de enseñanza de idiomas… y tantas otras que doy fe de que, desde el minuto uno, estamos asesorando, recopilando y resumiendo la maraña de decretos y regulaciones, defendiendo los intereses de nuestras empresas asociadas y contactando directamente con las instituciones para dar a conocer sus necesidades específicas… Es en estos momentos en donde las organizaciones se retratan y se ve su auténtica utilidad de servicio e interlocución. Y no hay que olvidar que el sentirse acompañadas en este momento dramático es vital. En la misma senda de reconstrucción se encuentran también las organizaciones del tercer sector, cuyos recursos y proyectos para su necesaria labor social se han visto recortados de la noche a la mañana.
En AED, la Asociación de Empresarias y Directivas, veníamos apostando ya por una “nueva normalidad”, por una sociedad que en todos sus ámbitos tenga más en cuenta el papel de más del 50% de sus miembros: las mujeres. Pensar ahora que debemos aparcar nuestra reivindicación de ocupar el lugar que nos corresponde en las empresas y en la economía en general, pasando a un segundo plano mientras el país se “reconstruye” sobre las mismas bases sin nosotras o sin tomarnos del todo en serio, sería un grave error. Es el momento y la hora de construir una nueva normalidad mucho más inclusiva con las mujeres y la juventud. No debemos retroceder en lo ya avanzado. A la hora de definir las nuevas reglas, se nos debe hacer partícipes en el propio proceso de transformación. Sólo el 10% de los países en el mundo están gobernados por mujeres y de acuerdo con el ranking de las mejores gestiones de la pandemia, de los primeros 12 países, 7 están dirigidos por mujeres (estos días se ha hecho viral un audio del psicólogo Santiago Varela en este sentido). Además, los sectores que están siendo los protagonistas en estos momentos, la sanidad y también la educación, están en un gran porcentaje ocupados por mujeres. Si estamos contribuyendo a una gestión más eficaz de la crisis, con valentía y determinación, también cuando llegue esta nueva realidad deberemos estar mejor valoradas y en los puestos de decisión que nos corresponde. Si queremos construir un país con menos conflictividad, con una mayor empatía y capacidad de adaptación en tiempos difíciles, con un futuro más solidario e inclusivo, la voz de la juventud y de las mujeres es clave.
Sin embargo los estudios dicen que el mayor impacto de la crisis la recibirán las personas jóvenes y las mujeres. ¿Nos podemos permitir prescindir de estos activos?
Artículo de opinión de Carolina Pérez de Toledo, presidenta de AED, en el periódico El Correo.