Carolina Pérez Toledo para EXPANSIÓN
Euskadi está volcada con la Industria 4.0. Cobran una inusitada importancia en los foros empresariales y en la sociedad en general el big data y la inteligencia artificial. No es para menos. Es un proyecto de país, de los hombres y mujeres que conformamos Euskadi. Pero, ¿dónde estamos realmente nosotras ante esta realidad?
Según un estudio de la patronal vasca Confebask, un 44% de las empresas no puede cubrir gran parte de las vacantes actuales, principalmente por falta de formación en las áreas de producción, montaje y mantenimiento industrial.
Como una de las medidas fundamentales para cubrir estas necesidades de la industria, y de paso atajar el desmesurado paro juvenil -cifrado en abril en el 18,7%- está la Formación Dual. La FP y las tres universidades vascas están volcadas en este ámbito.
En este contexto me gustaría reflexionar sobre la denominada Brecha de Género en la Educación. Sólo el 5% de las adolescentes están eligiendo las FP y grados industriales y este porcentaje no ha variado ¡en 10 años!. En la universidad, sólo 1 de cada 5 graduados en Ciencias o Tecnología es mujer. Como país no podemos permitirnos esto durante más tiempo.
La empleabilidad directa está en la formación dual, en donde además se dan las mayores retribuciones, y nuestra industria y País están volcados en la digitalización y en la tecnología. Pero ¿dónde estamos nosotras, las mujeres?.
No estamos, o no estamos casi. Si cobramos menos, aumentaremos la brecha salarial. Ello repercutirá directamente en la conciliación, en que renunciamos y seguiremos haciéndolo antes a nuestros empleos que ellos para conciliar porque nuestro sueldo es y será menor. Tampoco, por tanto, estaremos en los centros de decisión de las industrias más potentes de nuestro país, las industriales.
Según datos de la Comisión Europea, la paridad de hombres y mujeres en la industria digital permitiría elevar el PIB de la Unión Europea en unos 9.000 millones de euros anuales. Y está bien que se cuantifique porque lo que no se cuantifica parece no existir.
Y además, ¿cómo será la ciencia y la tecnología diseñada en una mayoría aplastante por hombres?, ¿podríamos nosotras contribuir a “humanizar” los robots si influyéramos en su diseño?, ¿nuestra tecnología sería más friendly?
Está claro que caben muchas incógnitas que sólo se despejarán con nuestra presencia en estas áreas, la presencia del 50% de la población, del 50% del talento, no lo olvidemos. Es la diversidad en los equipos la que mejor contribuye a la riqueza. Pero ¿cómo conseguimos cambiar esta tozuda realidad?:
Dicen los expertos que las niñas, desde los 6 años, se creen menos brillantes que los chicos. Algo tendrán que hacer al respecto las familias y los colegios, la sociedad en general, puesto que esa falta de confianza en sus capacidades influye directamente en la elección de las asignaturas (no eligen matemáticas o ciencias después).
También son importantes los modelos. Referentes de mujeres que triunfan en campos tecnológicos, como por ejemplo la labor que hace la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU con su web www.mujeresconciencia.com.
En AED ponemos nuestro granito de arena. Hace un mes celebramos la entrega de nuestros XI Premio para dar visibilidad a tres mujeres que en esta ocasión han roto techos de cristal y suelos de cemento: Nerea Landa, socia y directora de Dermitek; Lourdes Urbieta, directora de Transporte y Calidad del Grupo Amantegui y Begoña Betolaza, socia directora de Toro y Betolaza.
Son ejemplos de que se puede acceder a puestos de responsabilidad en industrias muchas veces masculinas y con resultados excelentes. Necesitamos más modelos así y más prescriptores –familia, colegios, instituciones, agentes sociales- que les digan a nuestras niñas y adolescentes que ellas también pueden. Esto también debe convertirse en un proyecto de los hombres y mujeres que formamos este país.